Simbiosis

La luz helada de la noche se cuela por entre la paja del techo, pero la madre ha decidido no encender el fogón, acaso en un intento por preservar el silencio. Si al menos hubiera nacido varón entonces quizá, pero no, ninguna posibilidad, no hay forma de salvarla. Ahora asoma su cabecita por entre los trapos sucios y llora y hace escándalo como si entendiera, pero toda la aldea sabe que es la segunda niña, el señor de la casa no lo va a perdonar. Afuera una luna enorme y casi fosforescente observa taciturna desde lo alto de la choza de madera pero se abstiene de participar. La decisión ya está tomada y a pesar de todo aferra sus manitos a las faldas deshilachadas de su madre. Será mejor apurarse al río antes de que la vea, escudarse en el silencio y simular un mal de nacimiento, un parto complicado. La carrera a toda velocidad y a pies descalzos a través del pasto hiriente y húmedo, mientras los colores de los astros se reflejan sobre la tierra y mudan todo el paisaje de azul. El vaivén del viaje no la perturba, descansa en brazos con los ojos bien abiertos al abrigo de la estufa y del algodón y del calor materno. La puerta del baño y el chirrido que hace al abrirse, el airecillo que entra por la ventana cargando un susurro de aves y un agitarse de ramas a lo lejos, el gran espejo que cubre la pared casi entera en el que se reflejan ambas a cuerpo completo, la bañera aún vacía, el secador de pelo, las peinetas con mechones atrapados, el jabón en versión sólida y líquida, los cepillos de dientes cada uno de un color distinto, las baldosas frías y duras y hostiles. Un baño ahora que las noches están tan heladas para acostarla tranquila y calentita. La madre se sienta en la taza del wáter, observa con cariño los piececitos arrugados color rosa, desabrocha cuidadosamente el pañal desechable, estira el brazo para hacer correr el agua caliente y mientras contempla el correr del río a lo lejos una brisa fresca se cuela por entre los harapos y la madre ve cómo se le arruga su minúscula y redonda nariz. Niñita tenía que ser, si fuera un hombrecito lo podríamos entregar a la corte del Rey para que lo hagan soldado, para que hagan de él algo útil, para que haga lo que tenga que hacer pero que viva al fin. Y ahora casi parece que ya no fuera necesario: está blanca y no produce sonido alguno, sólo observa su vida desarrollarse desde la curiosidad inocente. Al final de los pastos de labranza la tierra forma una cuna por donde la corriente fluye lentamente y en sus aguas se refleja la oscuridad de la noche, pero la madre evita a toda costa ver en ella su propia imagen, en esa agua donde comenzó la vida y que sugiere sutilmente el vínculo. Espero que no llore, que por ninguna razón llore, que todo sea limpio y puro y silencioso como la noche. Con los dedos machacados por trabajar la tierra que se esconde ahora bajo sus uñas, la madre se apura a quitar los trapos y el pequeño cuerpo redondo se ve tan pálido a la luz de la luna. Patalea una dos tres veces hasta que siente la temperatura del agua y suelta un escalofrío. Las luces fluorescentes del techo acarician el vapor que nace de la bañera, mientras la madre usa la mano en forma de cuenco para verter agua sobre su carita como si fuera un bautizo, y la carita la recibe con una exagerada solemnidad pero luego un chapoteo descontrolado y una carcajada infantil. Tan linda que se ve, tan linda como sonríe y como abre bien grandes los ojos para mirarme y se le llenan de agua. La noche está tan quieta que se puede percibir cómo el silencio las arropa a las dos en el secreto, pero el movimiento del río no cesa y la madre se pregunta si acaso la corriente. Se oye el grito de una ambulancia a lo lejos y el rumor de la ciudad se vuelve nervioso, los labios dulces escupen el agua que le chorrea por la cara, las pequeñas burbujas flotan un instante pero por qué ahora la duda. El río incansable parece arrastrarlo todo consigo, con delicadeza y en silencio. No importa, todo terminará muy pronto, el agua diluirá la culpa, el olvido borrará las huellas. Un par de burbujas resbalan bajo sus labios cuando los finos dedos se hunden suavemente sobre su blando cráneo y las uñas están recién esmaltadas y abajo su cabecita permanece sumergida diez veinte treinta segundos y las lágrimas y el llanto se ahogan en el agua tibia de la bañera y si a lo mejor en una canasta mandarla a su suerte río abajo.


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2 repuestas a “Simbiosis”

  1. Avatar de yourkinkinpink.com

    When I initially left a comment I appear to have clicked the -Notify me when new comments are added- checkbox and now each time a comment is added I recieve four emails with the exact same comment. Is there an easy method you are able to remove me from that service? Many thanks!

    1. Avatar de Felipe Gabriel Correa Castro

      That’s your problem for leaving spam comments, asshole.

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